Ficha Air Force One (El Avión del Presidente)

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Críticas de Air Force One (El Avión del Presidente) (1)


Mad Warrior

  • 26 Apr 2024

5



Andrew Marlowe hubo de sentir un nudo en el estómago al verse ante el Boeing 747 de Japan Air Lines modificado para parecerse al Air Force One presidencial y nada menos que su héroe Harrison Ford descendiendo de él.
Poniéndome en su piel, sí, menuda experiencia para un joven guionista de unos treinta años...

Yo como espectador, ajeno a esta emoción tras la cámara, no he sentido precisamente lo mismo, y eso que “Air Force One“ es de aquellas películas que, de alguna manera, todos encontramos en la estantería de los VHS de nuestros padres. Ese primer visionado de adolescente retenido en la memoria seguía siendo más satisfactorio que uno nuevo y con la mirada de un adulto que ya ha visto mucho cine; pero incluso en el dolor ocular y auditivo que me estaba proporcionando esta patraña de 80 millones de dólares experimenté una vez más ese placer por lo absurdo, lo casposo y lo mugriento...
No sé si se hubiera consumado dicho placer de haber sido Kevin Costner quien interpretara al presidente en lugar del ilustre y queridísimo Harrison Ford (gracias a Dios el otro estaba ocupado con la epopeya de “Mensajero del Futuro“); ya sólo el verle en su primera y triunfal escena de la conferencia en Moscú donde se niega categóricamente a la negociación con terroristas dan ganas de conseguirse la nacionalidad norteamericana. Tal vez Wolfgang Petersen tuvo problemas en ese aspecto y la película fue lo que le permitió vivir en los EE.UU. sin necesidad de visados ni esas tonterías; a Roland Emmerich (otro alemán) le pasó lo mismo y de ahí la existencia de la gilipollez de “Independence Day“.

Una especie de rencor a Bill Clinton debía estar pudriendo los corazones de los norteamericanos en aquel momento, quienes le veían asumir el cargo por segunda vez, y por eso surgían otras figuras presidenciales mejores en el mundo del cine. La encarnada por Ford, de apellido Marshall, ya inspira confianza; todo un defensor de la justicia, un “outsider“ incluso dentro de sus propios círculos, y cómo no un marido y un padre perfecto. Pero tras intercambiar unas cuantas líneas de pacotilla con su estúpida hija para hacerme creer en lo humano del personaje, el avión es secuestrado.
El guión es muy, muy original al planter la trama en unos minutos: unos radicales defensores de un general dictador de Kazajistán que se habían disfrazado de periodistas quieren que se libere a dicho elemento de prisión o freirán a tiros a un rehén cada media hora. Punto. Tan original que si cambiamos a rusos por árabes tenemos la misma premisa de “Decisión Crítica“, estrenada el año anterior; pero, claro, a bordo no se encuentra el presidente cobarde de “1.997: Rescate en New York“, sino Harrison Ford, alias Indiana Jones, alias Han Solo, o la pesadilla de los malos. La batalla se inicia en el avión, pero no hay absolutamente nada en ella que me incite a la sorpresa.

Petersen dirige de manera competente la intriga y la justa violencia para un film comercial, sin movimientos mareantes a lo Michael Bay, tenemos a Gary Oldman de villano inquietante aunque a veces se pase de rosca, a la siempre enorme Glenn Close expresando bien su agobio como vicepresidenta, y el encanto de Ford hace el resto. El gran problema es que su personaje sólo es la amalgama de otros personajes genéricos del cine de acción de la época; en este James Marshall se unen John McClane, el Seagal de “Alerta Máxima“ y el Van Damme de “Muerte Súbita“ con el disfraz que Bill Pullman ya tuvo en “Independence Day“.
O más bien un Indiana Jones que se presentó a las elecciones. Esa debe ser la razón de la continua y pesadísima alabanza que todos le brindan, desde su esposa y su hija a casi todos los miembros de su gabinete; por el contrario Oldman es un desviado comunista-fascista, anti-capitalista y pro-soviético, menudo cacao hay aquí. Es decir, el presidente tenía la batalla ganada desde que se subió al avión, porque nadie, ni un niño pequeño, puede creerse que este gran tipo no ganará al final ni que no morirán todos los malos; la película es transparente igual que su protagonista.

Acepto todo el absurdo y el disparate que Petersen me lanza a la cara con tanta visceralidad, pero no hay emoción en la historia porque no hay oportunidad para la sorpresa; todo sería distinto si Marlowe se hubiera esmerado en crear a un presidente más complejo, con un pasado oscuro, tal vez vinculado al villano, o si le hubiera hecho mantener interesantes juegos de inteligencia con los terroristas como hacían McClane y Hans Gruber...pero no, Ford se convierte en un héroe, plano, ínclito y brillante, con un pasado lleno de condecoraciones (muy propio de los papeles de Seagal), buena fuerza física y que tanto sabe manejar armas como pilotar.
A un norteamericano le bastará con eso para olvidarse del mujeriego y mentiroso Clinton; a mí, sin embargo, me crujen las tripas con cada frase y situación cliché y atisbo de espíritu megapatriótico que el guión va sacándose de las narices (el súmmum de ello: ¡los cables para soltar combustible son el rojo, azul y blanco de la bandera!), todo conducido hacia un clímax delirante y rocambolesco casi robado de “Eraser“, con Ford galopando sobre un cable entre las nubes que contiene los peores efectos digitales que podían verse en aquella época.

Aun así cientos de millones de dólares se acumularon en la taquilla, incluso Marlowe mantuvo conversaciones con los productores para una secuela.
Gracias a todos los santos que nunca sucedió, porque si bien al final “Air Force One“ pasa por ser un viaje divertido eso ya hubiera sido demasiado.



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